lunes, 15 de diciembre de 2008

Fe de Erratas

Ni el libro de kundera, ni el disco de sabina en el reproductor, salvaría a Nicolás de la liviana mirada que sentía de la chica en el carro, quien al bajarse en el metro lo Ovalle, con sutil coquetería le entregaría la tarjeta que decía “sonríe dios te ama”, sin un correo ni numero telefónico